jueves, 20 de agosto de 2009

Félix Mendelssohn... otro romántico

Robert Schumann definió a Felix Mendelssohn como «el Mozart del siglo XIX, el músico más claro, el primero que ha sabido ver y conciliar las contradicciones de toda una época». No le faltaba razón: su música, de una gran perfección técnica y formal, es una espléndida síntesis de elementos clásicos y románticos. Romántico que cultivaba un estilo clásico o clásico que reflejaba una expresividad romántica, Mendelssohn fue uno de los músicos más influyentes y destacados del romanticismo.

Segundo de cuatro hermanos, nació en el seno de una familia de banqueros de origen judío, que se había convertido al protestantismo. Niño prodigio, pronto dio muestras de un inusitado talento no sólo para la música, sino también para el dibujo, la pintura y la literatura. Sus dotes fueron estimuladas por un ambiente familiar en el que siempre se alentaron las manifestaciones artísticas.
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Se codeó desde niño con las más altas esferas de la cultura europea. Su relación personal con Goethe que nació siendo Mendelssohn un niño se tradujo en una admiración mutua que duró toda la vida. Fue de su madre de quien recibió sus primeras clases de piano. Mendelssohn y su hermana Fanny se sentaron al piano apenas tuvieron edad. Unido a su hermana familiar y musicalmente, este vínculo especial la providencia se encargó de que fuera vitalicio ya que ni la muerte pudo separarlos y apenas dos meses de intervalo separan la desaparición de los dos hermanos.Pronto empezó su educación formal rodeado de selectos educadores que encauzaron la carrera como artista indiscutible de Mendelssohn. El elenco de instructores musicales pasó por el piano de Carl Zelter en Berlín, Marie Bigot en París o la maestría de Ludwing Berger. La educación se completó con clases de piano a cargo de Carl W. Hennig y del pianista checo Ignaz Moscheles. Una educación de lujo que supo rentabilizar bien temprano.Cuando contaba tres años de edad la familia trasladó su residencia a Berlín. En Berlín comenzó impartiendo clases de piano y composición destacando rápidamente como niño precoz y prodigio de la música. En 1818 con nueve años ofrece su primera actuación pública. Es su debut al frente de un piano, en solitario y donde cosechó un gran éxito. Con apenas quince años tenía ya en su haber varias composiciones para canto. Los diecisiete marcan un hito en su carrera, abandona su lacra de niño prodigio y empieza a ser considerado genio de la música y valorado como el sobresaliente compositor en el que se convertía con su primera gran composición. En este año regalaba al mundo su primera gran obra de juventud convertida hoy ya en un clásico de calidad musical indiscutible, la obertura “El sueño de una noche de verano” a la que pertenece la famosa pieza “la marcha nupcial”. Ávido estudioso se centró en todas las artes y aspectos musicales pero sin descuidar nunca su formación humanista y culta.
1827 supuso el año de su única ópera “Las bodas de Camacho” ya que encaminó prioritariamente sus logros hacia la composición instrumental en la cual alcanzó niveles de maestría incuestionable. Sus viajes por el continente europeo perfilan gran parte de su obra. Es en esta época cuando comienzan sus traslados a Londres y Escocia. Estancias en el extranjero que inspirarían muchos de sus trabajos como “La sinfonía escocesa” y “Las hébridas”. Las giras por Inglaterra como pianista predilecto de la corte fueron avaladas por la reina Victoria y el príncipe Alberto que fueron sus mayores valedores y admiradores. Otro de los viajes que marcó su obra fue el realizado a Italia en 1830. Desde niño la cultura musical italiana le seducía profundamente y ésta fue una oportunidad única para estudiarla con detenimiento. Tras regresar de Italia llegaron de nuevo Londres, Paris y de regreso a Berlín en 1832.


Los inicios en la escena musical de Mendelssohn están marcados por su afán por revindicar y sacar del olvido la obra de Johann Sebastián Bach. Su vocación musical se materializaba apoyando la música de otros. Paralelo a su prolífica creación, están sus esfuerzos por ubicar en primera línea del interés del público las partituras del genio de la música barroca. Esta admiración por el compositor barroco se tradujo en llevar a escena en 1829 “La pasión según san Mateo” que supuso una vuelta a escena de la obra de Bach que ya no volvería a caer en el olvido. Esta actividad no menguó en absoluto la carrera de Mendelssohn que seguía forjándose. Innovador musical nato toma el relevo de la música romántica alemana y se empapa de influencias dispares sobre todo provenientes de la obra de Mozart. La crítica a pesar de tratarlo injustamente en muchas ocasiones se rinde ante su capacidad melódica, su matizado lenguaje orquestal y su lirismo y elegancia armónica.
Sus obras más destacadas son la obertura “La leyenda de la bella Melusina” y “Ruy Blas”, “Las Romanzas sin palabras” y los conciertos para piano en “sol menor y en re menor.” Pero su obra calificada por la crítica como su obra cumbre es “concierto para violín y orquesta en mi menor”, este concierto es el cuadro angular, la espina dorsal de la realidad de Mendelssohn.

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En el ámbito privado, contrajo matrimonio con Cecilia Jeanrenaud a la que dejó viuda en poco tiempo ya que la muerte sobrevino a Mendelssohn un cuatro de noviembre de 1847, en la plenitud de su vida y en la cima de su carrera como compositor. Triunfó de la misma manera como pianista, docente y compositor y ese día desapareció un extraordinario e irrepetible artista romántico.
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