Por Rubén Flórez Bande
Mikhail Pletnev, músico polifacético, es quizás hoy en día el artista de las grandes compañías que más veces haya frecuentado a Tchaikovsky, tanto en las salas de concierto como en los estudios de grabación; ha interpretado, desde las obras para piano solo del compositor ruso hasta sus conciertos para piano; ha arreglado una suite del Cascanueces para piano; también ha dirigido los conciertos, tanto para piano como para violín; ha interpretado y grabado el ciclo de las sinfonías, también ha realizado alguna incursión a la música balletística, etc.
Ahora le ha llegado el turno a los Poemas Sinfónicos y a la Sinfonía "Manfredo"; bueno, hay que ser correctos, el turno les llegó entre 1993 y 1998, pero se vuelven a reeditar ahora juntos; antes aparecieron acoplados con las sinfonías en discos sueltos, pero no aparecieron en la caja que reunía las sinfonías completas. Así que es una buena opción, pocas más hay, para hacerse con estos discos: en una misma caja, casi la totalidad de los poemas de Tchaikovsky, sin falta de ir saltando de un disco a otro.
Que Pletnev frecuente a Tchaikovsky no quiere decir que todos los resultados tengan que ser sobresalientes, aunque uno quizás esperase eso. Si bien al pianista-compositor-director le queda como anillo al dedo el Tchaikovsky pianístico, sin embargo le queda algo grande, o no consigue entender del todo, el Tchaikovsky sinfónico. Vamos a ello.
Dos son las obras que más interés tienen en esta selección, quizás sean pocas para una selección tan amplia. Las dos obras a las que me refiero son: Obertura Solemne sobre el himno danés Op.15 y la Obertura en Fa mayor, obras estas del joven Tchaikovsky, y muy poco frecuentadas en el disco; uno de los pocos directores que grabó ambas, aparte de Pletnev, fue Svetlanov. Quizás este "poco conocimiento" de las obras sea otra de las características que las hagan más sugerentes.
La Obertura Solemne es una variación sobre el tema principal del himno danés, que va desde lo solemne como bien indica su nombre, hasta lo virtuosístico de un final que, a la larga, le quita trascendencia a la obra; quizás una pequeña "picardía" del joven Tchaikovsky.
La Obertura en Fa la numeran en el libro que acompaña a los discos como Op. 67, numeración errónea ya que este número de opus pertenece al Hamlet, y que si los datos no me fallan, en realidad quedó sin número de opus, al considerarla Tchaikovsky una obra inferior (¡), pese a que fue con ella, con la que se graduaría en el Conservatorio. La obra empieza con una introducción de trompa con carácter "cantabile", difícil para el solista por su fraseo, ya que exige un "legato" en casi toda su parte. Si Tchaikovsky la consideró menor quizás fuera por lo repetitivo del "Allegro". No tendría por qué haberla considerado así, ya que aparte de su "inocencia" y academicismo (no tanto), la pieza es muy accesible y grata de escuchar. Claro está, quizás no tenga el "pathos" ni el poder dramático de un Romeo y Julieta pero nos muestra a un Tchaikovsky, que ya apuntaba ideas... Interpretación solvente y eficaz la de la Orquesta Nacional Rusa, con un primer trompa que está a la altura.
El resto del disco lo conforman los ya conocidos Romeo y Julieta, Francesca da Rimini, Voyevoda, La Tempestad, Marcha Eslava, El Destino, Hamlet, el Capricho italiano y la pomposa Obertura Solemne 1812, aparte de la Sinfonía "Manfredo", que también se incluye en este triple álbum.
Estas obras gozan, bajo la batuta de Pletnev, de interpretaciones correctas, fieles a la letra pero que, a mi modo de ver, no llegan a lo intrínseco de las partituras; no ya a emocionar, sino ni siquiera a arrebatarnos por su poder melódico y dramático, ya sea por el poco brillo característico de la orquesta, o por la literalidad con la que aborda Pletnev estas partituras, con un miedo a caer en el "pathos", característico de este compositor; una carencia esta que ya le pasara en la grabación (hecha durante los mismos años que estos poemas) de las sinfonías del compositor ruso, una contención que pide algo más.
Por ejemplo, sabe a poco escuchar una Francesca o un Romeo sin crispación, sin pasión, sin ese duelo interior casi claustrofóbico, que en manos de Pletnev queda sólo en un ejercicio de fraseo, eso sí, bien cantado, pero que no va más allá, no cae en el argumento. Es como si un actor recitara a Shakespeare como si estuviera dando la lección. Otra característica, a mi modo de ver también negativa, para otros no tanto, es la falta de "sentido ruso": escuchando estas grabaciones, poco nos hace pensar que estemos ante un nacionalista ruso, muchas veces recuerda mucho más a un otoñal Brahms (¿por la desidia quizás?), que a un temperamental Tchaikovsky, salvo momentos concretos, claro, como el contundente y (¿por qué no?) efectista, final de la Marcha Eslava.
La Sinfonía "Manfredo" no corre mejor gloria; quizás hoy en día sea esta una versión a conocer, pocas hay que sean convincentes, habría que remontarse al primer Tchaikovsky de Muti, o al gran "tchaikovskiano" de hoy en día que es Mariss Jansons. Quizás sólo por eso sea digna de conocer esta, pero aun así está a años luz de las mencionadas, vuelve a caer en la literalidad, y en ocasiones el discurso "byroniano" se acaba perdiendo. Nada que ver, por ejemplo, con las dos citadas: encrespadas y oscuras, las dos por igual.
En resumen, un Tchaikovsky, "pulcro", pero que no llega a entusiasmar, demasiado correcto, y que nos hace añorar, cómo no, a los grandes "tchaikovskianos" del pasado: Mravinsky, Markevitch, Karajan, Stokowski, Bernstein... Pocos hoy en día, salvo excepciones (Previn, Jansons o el ya algo retirado de estos repertorios Abbado) pueden hacer un Tchaikovsky de calidad.
.
jueves, 20 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo serán aceptados los comentarios relacionados a este blog, para lo cuál se deberá pasar la censura.